Día de la diversidad biologica, ¿Motivo de celebración o preocupación en Risaralda?

Resumen: Colombia celebra su biodiversidad, pero también enfrenta una grave crisis ambiental. En Pereira, la expansión urbana y el cambio climático amenazan especies como la danta de montaña y contaminan ríos vitales. Esta situación exige repensar la ciudad como un ecosistema vivo, donde el desarrollo sea sostenible, justo e inclusivo, y donde proteger la vida se convierta en una prioridad de todos los actores.

Juan Felipe Alzate Suárez

5/25/20253 min read

En el marco del Día Mundial de la Diversidad, no todo es celebración. Aunque Colombia ostenta el honor de ser uno de los países más biodiversos del planeta, también carga con una verdad inquietante, ser el sexto país del mundo con más conflictos ambientales, según el Environmental Justice Atlas (2022). Y,  en el caso de la ciudad de Pereira, ubicada en las laderas de la Cordillera Central, se encarna con claridad esa contradicción.

Si bien, la presencia de especies emblemáticas como la pava caucana (Penelope perspicax), el mono aullador (Alouatta seniculus) o la danta de montaña (Tapirus pinchaque) revela un ecosistema vibrante, también muestra uno frágil. La expansión urbana descontrolada, la deforestación, el avance de la frontera agrícola, la ineficacia en la aplicación de la política ambiental y los impactos del cambio climático han ido erosionando silenciosamente la biodiversidad del municipio.

Uno de los casos más preocupantes es el de la danta de montaña (Tapirus pinchaque), el gran megaherbívoro de los Andes. Esta especie, fundamental para el equilibrio de los ecosistemas altoandinos, enfrenta actualmente múltiples amenazas; entre las más graves se encuentran la pérdida de hábitat y la aparición de nuevos vectores de enfermedad, como la mosca barrenadora del ganado (Cochliomyia hominivorax).

Esta especie, originalmente restringida a zonas tropicales bajas, ha extendido su rango altitudinal como consecuencia directa del cambio climático. En países como México y Estados Unidos, ha sido considerada un problema de salud pública; hoy, en Colombia, representa una amenaza silenciosa para especies silvestres en peligro.

Además, según datos del Observatorio Ambiental de Pereira, desde 2015 se han identificado más de 120 puntos de vertimiento de aguas residuales sin tratamiento adecuado en ríos como el Otún, el Consotá y La Vieja. Esta contaminación hídrica, sumada a la reducción drástica de la cobertura vegetal y al uso intensivo del suelo, ha transformado profundamente la funcionalidad ecológica de los ecosistemas locales, poniendo en riesgo no solo la fauna y flora, sino también la seguridad hídrica de la ciudad.

Sin embargo, la crisis ambiental que atraviesa Pereira como muchas ciudades latinoamericanas no puede reducirse a una suma de impactos biofísicos. Es también una crisis ética, filosófica, económica y política. El modelo actual de desarrollo urbano responde a una lógica profundamente antropocéntrica, que concibe la naturaleza como un recurso disponible para el ser humano, y no como un sujeto con derechos. Este paradigma, heredado del pensamiento occidental moderno, ha invisibilizado la agencia de otras formas de vida, priorizando el crecimiento económico por encima del bienestar ecológico y comunitario.

En este contexto, Pereira tiene no solo la oportunidad, sino la urgencia, de liderar un nuevo modelo de ciudad. Un modelo de desarrollo verdaderamente sostenible no se construye únicamente con árboles sembrados o espacios verdes sino con una visión transformadora que asuma a la ciudad como un ecosistema vivo e interdependiente.

Debemos proponer una Pereira que mire hacia el futuro con una mentalidad crítica y consciente, en la que el progreso humano, económico y tecnológico no se dé a costa de la vida. Pensar en nuestra biodiversidad implica también repensar nuestras cuencas, nuestros barrios y tener presente a las futuras generaciones. Implica reconocer que proteger la vida no es un lujo, sino una urgencia.

Pereira se encuentra en un punto de inflexión: o repite el modelo de urbanización que devora sus montañas, fragmenta sus corredores biológicos y seca sus ríos, o se convierte en referente nacional de una ciudad que innova y crece teniendo a la Diversidad como eje fundamental del desarrollo.