El Otún, del glaciar a la cañería.

El río Otún es un símbolo de ciudad, de orgullo y biodiversidad, sin embargo como ciudad, solo tenemos con el río deudas históricas. Nos llenamos la boca hablando de civismo, pero, desde hace décadas El Otún nos pide a gritos que lo escuchemos, ante una ciudad que necesita más agua, debe haber una ciudad que fortalezca y preserve sus bosques, fuentes hídricas y páramos, además, debe haber una ciudadanía crítica que proteja sus recursos. Solo así sí se crea una ciudad para el futuro.

Juan Felipe Alzate

8/4/20252 min read

Las ciudades, casi todas, empezaron al lado de un río. Y es que es lógico, ahí estaba el agua, la comida, la sombra. Y aunque a veces se nos olvida, Pereira también nació así, con el Otún atravesándola como un hilo vital. No todos los Pereiranos saben que El Otún nace de una laguna de origen en gran medida glaciar, pocos son conscientes también que el agua de los Pereiranos baja empapada de neblina, de musgo y de nieves perpetuas.

Lastimosamente, si miramos el trato al río hoy, la cosa no cuadra. Históricamente ha tenido una mirada antropocéntrica, es decir, como un recurso aprovechable solo para nosotros en la ciudad. Es un desagüe, un basurero, una herramienta de diversión.

Si ese río aún tiene vida antes de Kennedy es, en buena parte, gracias a la terquedad de algunos ecologistas que en los 80 y 90 se la jugaron por defenderlo. Personas que entendieron que el agua no es un dato técnico, y a los cuales les debemos un agradecimiento público, porque además, inspiraron muchas luchas ecologicas a nivel nacional y latinoamericano.

Hoy la historia se repite, pero con más cinismo. La PTAR, que es una deuda histórica de la ciudad (la planta de tratamiento de aguas residuales) debería ser el gran salvavidas del río. Pero lo que tenemos es un desfile de anuncios, cifras sueltas, sobrecostos e irregularidades. El proyecto parece atrapado en un limbo burocrático, mientras tanto,ver peces muertos en la ladera de la cuenca media, o que el río se tiña de colores ya parece un paisaje cotidiano.

La cuenca del Otún está herida. Lo saben quienes van de paseo a La Florida y ven el deterioro. Lo saben los senderistas que suben y bajan por la cordillera central. Pero nadie se atreve a exigir que sea un debate fundamental para el futuro de nuestra ciudad.

Podríamos, por ejemplo, empezar por lo básico: cuidar lo que tenemos. Exigir reforestación. Ser más rigurosos con las industrias que vierten desechos como si no hubiera consecuencias. Preguntar qué pasa con los recursos prometidos. No dejar que todo dependa del próximo alcalde, o del gobierno nacional, o de nadie, porque el río no es de nadie, es nuestro.

Pereira necesita hablar del Otún. No como una frase bonita para discursos verdes, sino como una urgencia real. El río debería estar en las decisiones de ciudad, en los planes de desarrollo, en las conversaciones entre vecinos.

Si tanto nos llenamos la boca hablando de civismo, de orgullo pereirano, de sentido de pertenencia, empecemos por lo esencial: proteger lo que nos da vida. El Otún no pide que lo escuchemos, que le debemos la posición que merece, que si la ciudad crece el río también crezca, que si hay más personas, que haya más bosques, que ante más necesidad de agua miremos más al río. Así sí crece una ciudad con miras al futuro.