La Laguna del Otún debe ser un debate de ciudad

Sin agua no hay ciudad, sin páramos no hay agua. La Laguna del Otún no es solo paisaje: es origen, memoria y futuro. Pereira es una ciudad que se ha construido en torno al civismo, fundada en una economía ganadera y agrícola, en donde ahora los retos son distintos y esa misma visión cívica debe guiarnos hacia un futuro donde crecer respetando el medio ambiente y la vida sea nuestra mayor riqueza.

Juan Felipe Alzate

6/16/20252 min read

En la Laguna del Otún nace el río que abastece a más de medio millón de personas en Pereira, Dosquebradas y municipios aledaños, es decir, pensar en el río Otún es pensar en el recurso vital que ha permitido nuestra historia y el cuál también es el pilar de nuestro futuro, sin embargo, para garantizar la vida en la ciudad hay que garantizar también la conservación de unos de los ecosistemas más degradados, bellos y vulnerables del mundo.


Ubicada en el Parque Nacional Natural Los Nevados, la Laguna del Otún es una joya de 1,5 km², la cual sostiene ecosistemas de alta montaña, humedales, bosques, y actividades humanas esenciales para la región y el mundo. Es alimentada en mayor medida por el deshielo del Nevado de Santa Isabel, del cual es fundamental aclarar que ha perdido cerca del 90% de su masa glaciar por causas directas del cambio climático, además, la ganadería y la agricultura extensiva también ha afectado de manera significativa su conservación.


Pereira ha crecido de manera desbordada dándole la espalda a esta maravilla de la naturaleza, la expansión de la frontera agrícola, la ganadería extensiva, y la falta de control en las zonas de amortiguación han puesto en riesgo su sostenibilidad, es decir, que el problema de su deterioro no es solo ambiental: es también cultural, económico y político.

El caso de la Laguna del Otún representa una intersección crítica entre crisis climática global y vulnerabilidad local. La pérdida de glaciares, el aumento de temperatura, y la introducción de prácticas productivas intensivas han generado problemáticas que necesitan respuestas efectivas de manera urgente.

Históricamente, Pereira ha sido una ciudad ganadera y cafetera. Pero esa historia también debe reescribirse. No porque debamos negar nuestra tradición, sino porque debemos adaptarla a los límites ecológicos. No es posible seguir expandiendo monocultivos o pastos en ecosistemas estratégicos sin comprometer el acceso al agua, la biodiversidad y el bienestar colectivo.

Pereira tiene una tradición cívica importante, pero esa cultura ciudadana debe traducirse hoy en acciones sostenidas: reforestación con especies nativas, restauración de cuencas, transición agroecológica, regulación efectiva del uso del suelo y, sobre todo, en educación para el cuidado. Los suelos degradados deben ser recuperados; los campesinos, apoyados para una transición justa hacia modelos sostenibles; y los jóvenes, formados para que comprendan el valor real del páramo, el bosque altoandino y los cuerpos de agua.

Aunque la actual administración ha adquirido 200 hectáreas para restauración en el área de influencia, esto apenas representa el 5% de lo que se estima necesario. De las 4.000 hectáreas prioritarias para recuperación, la mayor parte siguen sin intervención. Se necesita una estrategia de cuenca completa, desde la alta montaña hasta las zonas bajas del río Otún, articulada entre autoridades locales, nacionales e incluso internacionales.

Se requiere pues, voluntad política, compromiso ciudadano y una ética colectiva del cuidado. La Laguna del Otún es un faro de advertencia. Nos dice que el tiempo de actuar es ahora, y que una ciudad que no protege sus fuentes de vida está condenada a la sed, la fragmentación y el conflicto. Rescatamos también la importante labor de Wild Campo Alegre, que demuestra que construir desde las ONG es fundamental para la transición sostenible de economías con afectación al medio ambiente, así como a la conservación y la educación ambiental.